Fundada en 1869 por la Madre Eduviges Portalet en la ciudad de Toulouse (Francia), para la educación de los jóvenes, sobre todo de los invidentes. Su acción se desarrolla en la Iglesia y en la Orden: educación de niños, jóvenes y adultos, videntes e invidentes; cuidados sanitarios a los enfermos, a los ancianos y a los pobres; trabajo social para la promoción humana y cristianamente liberalizadora de la humanidad; misión pastoral, catequesis... Con tres Provincias, 74 casas y 470 hermanas presentes en España, Perú, Ecuador, Colombia, Argentina, y Francia, donde se encuentra la Casa Madre.
Su carisma está basado en dos valores fundamentales dinamizados por la Palabra de Dios:
- Comunión: profesión de los consejos evangélicos; vida común; observancia regular; celebración en común de la liturgia y otras oraciones y el estudio.
- Misión: “A ejemplo de Santo Domingo, que ansiaba ardientemente la salvación de los hombres y de los pueblos, las hermanas deben saber que han sido enviadas a todos los hombres, para que así dirijan toda su atención en la evangelización y la extensión del Reino de Dios"
EDUVIGES PORTALET

nimada del Espíritu de Dios que guiaba todos sus actos Madre Eduviges inicia la construcción del Instituto de Niños Ciegos en la Rue Montplaisir (1870) trasladándose al nuevo edificio el 30 de setiembre de 1871 con la Comunidad y los niños ciegos. Su celo infatigable por dejar bien establecida la base de esta naciente Congregación no tuvo límites y grande fue su gozo cuando en la fiesta de Pascua de Resurrección de 1877 recibió las Reglas aprobadas por la Iglesia, Reglas que regirían desde ese momento a la Congregación.
Ella había cumplido la misión que Jesús le había encargado. El Esposo Divino la llamaba a las Bodas Eternas para coronarla y ella se le presentaba con las manos llenas de buenas obras. El 16 de noviembre de 1894, después de 12 días de gravedad rodeada de todas sus hijas que la lloraban, su alma se abrió como una flor para el cielo.
A la edad de 68 años y 31 de profesión Religiosa, dejó el invierno de la tierra, para ingresar a la primavera eterna de la felicidad del cielo. El perfume de sus virtudes y la semilla de su vida santa, sería el germen que fecundaría el jardín de la Orden Dominicana.
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